La exclusiva que publica hoy LA GACETA levanta el velo de pudor con que los actuales gobernantes han cubierto sus propias historias familiares, en un gesto que revela malestar en la memoria personal.
Ese dolor de memoria pertenece al ámbito privado, pero se convierte en doblez moral ante la opinión pública cuando miembros del Ejecutivo desfiguran la verdad histórica para su propio beneficio mediático e incluso patrimonial.
Es, singularmente, el caso de María Teresa Fernández de la Vega, que vive en un piso que Franco regaló a su padre Wenceslao.
Cuando, en su última gira por Hispanoamérica, un presentador se refirió a él como alto cargo del franquismo, la vicepresidenta intervino para ensalzarle como "represaliado del franquismo".
Si bien era sabido que la vice mentía para purgar sus fantasmas, la propiedad del piso de la madrileña calle Hernani confirma no sólo la voluntad de engaño de María Teresa, sino también el cinismo con que postula una serie de medidas para distorsionar una parte de la Historia, al tiempo que recibe un lucro muy notable de actuaciones de la dictadura.
Es otra de las muchas zonas oscuras de una vicepresidenta que ha acumulado tanto poder como para permitirse actuaciones discutibles en ámbitos a la vez tan polémicos y tan ocultos a los gobernados como su empadronamiento en Beneixida, sus presiones contra el mensajero en la persona del director de este diario, sus tournées de verano o su poblado guardarropa.
Si al margen de la opacidad administrativa, nada hay de ilegal en el trámite jurídico por el que De la Vega recibió en herencia la finca de la calle Hernani, la información de LA GACETA sí incide en la falta de delicadeza ética de una gobernante que, en aplicación de sus propias teorías sobre la memoria histórica, podría haber tenido el gesto de bravura de no acumular patrimonio con origen –según sus ideas- poco santo. Pero, en materia pecuniaria, la número dos de Zapatero parece alinearse con el emperador que gravó con una tasa las letrinas: el dinero, al fin y al cabo, non olet, (no huele).
La revelación de LA GACETA desmiente la versión legendaria que ha hecho circular la vicepresidenta en torno a la figura de su padre, quien accedió a la propiedad del piso de la calle Hernani en la posición ventajosa que, para la finca expropiada en el franquismo y vendida en democracia, le daba su condición de alto cargo del Ministerio de Trabajo.
Condición que, durante la dictadura, le hizo acreedor de reconocimientos por parte del franquismo. Más aún: pese a los esfuerzos de De la Vega por ocultar las huellas de la labor administrativa de su padre, se sabe que sus únicas discrepancias con el régimen fueron consecuencia de seguir en el paradigma de los camisas viejas en tiempos de la tecnocracia.
La Memoria Histórica no puede ser selectiva. Por eso se ha vuelto con frecuencia contra destacados socialistas, empezando por el presidente Zapatero y siguiendo por Bono, Rubalcaba, Marín, Barreda, Bermejo y otros.
La Memoria Histórica no puede ser selectiva. Por eso se ha vuelto con frecuencia contra destacados socialistas, empezando por el presidente Zapatero y siguiendo por Bono, Rubalcaba, Marín, Barreda, Bermejo y otros.
Posiblemente, en su calidad de jerarcas del franquismo, los padres de dichos socialistas trabajaron, como afirmó de sí López Rodó, en servicio de España, sin importar la circunstancia.
También por este dato, el Gobierno no debería impulsar leyes que, o van contra ellos mismos, o alientan, como muestra el caso de María Teresa Fernández de la Vega, una actitud de hipocresía
También por este dato, el Gobierno no debería impulsar leyes que, o van contra ellos mismos, o alientan, como muestra el caso de María Teresa Fernández de la Vega, una actitud de hipocresía
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